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martes, 30 de junio de 2015

El pecado de María



Quisiera decirles un realidad diferente, pero veo que no tengo por qué ocultarla, me alienta la demanda que hacen contra María Galindo, y no por simple y deliciosa maldad, sino porque ya hace mucho esa copa ha rebasado su límite.
Son incontables las oportunidades en las que un entrevistado tras otro se sometió a las muy peculiares entrevistas de Galindo en su espacio radial “La barricada”, cuando haciendo el aguante que les dictaba su formación, educación o simple sentido común no se atrevieron a darle un piñazo verbal  y simplemente soportaron la humillación hasta el final.
También es conocido su carácter para defender a las mujeres que ella cree son merecedoras de su atención, porque no es a todas, no, sólo algunas tienen ese privilegio. Ella ha categorizado, dividido y clasificado a las mujeres que sí y que no merecen ser defendidas, siendo que es justo una periodista mujer la que le hace la demanda penal porque se ha sentido discriminada en razón de su color de piel, procedencia y hasta su peso y talla.
Luego María sale a decir que esto no debiera hacerse por esa vía y que mejor se resuelva en un tribunal de imprenta, que hasta podría tener la gentileza de darle a la periodista agredida su derecho a réplica, otorgándole sus 20 minutos de fama,  es decir que, ¿tan anarquista no es?, ¿por qué está asumiendo la autoridad de leyes y tribunales que hasta hace poco eran poco menos que papel higiénico para ella?
Todas esas inconsistencias y contradicciones no le hacen daño a María, sino a todo el movimiento feminista, a esas chotas, cholas, gringas, fashionistas, misses y birlochas que somos. Porque alguien que grita “¡no a la discriminación!”, no puede señalar con su dedo acusador a nadie y menos por tener los ojos verdes o negros, por lo que me adhiero con una profunda convicción democrática a la demanda de la periodista agredida, porque me he sentido agredida de manera indirecta yo también y así podríamos sumar a muchas mujeres.


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