Vistas de página en total

jueves, 11 de julio de 2013

DIGNIDAD



“Nos echaron”, me dijo entre susurros una congresista también vicepresidenta del Parlamento Latinoamericano, tratando de explicarme en dos palabras lo que el Presidente de ese organismo, el senador chileno Jorge Pizarro, trataba de hacernos entender con términos quizá más diplomáticos.

Ocurrió como hace cinco años atrás. Cuando un brusco cambio de alcalde en la ciudad de Sao Paulo, Brasil, había obligado a la directiva de ese organismo parlamentario regional a repensar en su sede, que hasta ese momento se mantenía en esa ciudad. Un edificio enorme, con gran cantidad de salas, una de las principales la de sesión general, que lograba albergar a la totalidad de parlamentarios representantes de todos los países de Latinoamérica y el Caribe. Era lo que hasta ahora mi memoria recuerda: una de las edificaciones más grandes y elegantes que había pisado jamás.

Antigua sala de reuniones del Parlatino en Sao Paulo, Brasil
La nueva autoridad brasileña, había exigido el desalojo inmediato de todo el soporte humano administrativo del Parlatino. “Inmediato”  sonaba como un eco en mi cabeza, mientras la reunión sostenía esa tensión propia del apremio del tiempo, de la decisión apresurada que nadie quiere tomar.

Una de las primeras sugerencias fue la de conformar una comisión del más alto nivel, que visite al alcalde para tratar de convencerlo que nos permita estar en ese edificio por lo menos por un tiempo más, hasta que definamos una nueva sede.

Otra de las opciones, la menos apoyada, era el trasladar la sede a Panamá, a un edificio mucho más pequeño y austero, pero que en definitiva sí era propiedad del organismo.

Y, me tocó hablar. Me dirigí a Pizarro y le dije “si algo aprendí del Presidente Evo, es que siempre se debe conservar la dignidad. Vámonos. Ya nos echaron y el alcalde no ha mostrado un solo signo amable que nos dé la esperanza de quedarnos acá,” y disculpándome por cómo sonaba la frase, concluí “más vale rancho propio que palacio ajeno”. Y así fue, la sede se trasladó con todo su personal hasta Panamá, a la austeridad que quizá no estaba acostumbrada.

Actual sede del Parlatino en Panamá
De todas maneras, nada cambió negativamente, las reuniones se dieron lugar de manera regular, las comisiones trabajaron como todos los meses y la sede parecía tener ese ambiente cálido que es propicio para acuerdos, convenios y trabajo en equipo. Además luego, el gobierno panameño ofreció la construcción de una sede cuyas características eran simplemente fantásticas.

Cuando ocurrió el nefasto bloqueo al Presidente Evo en Europa, recordé con cierto nivel de lucidez este capítulo de mi vida, y me repetí una y otra vez “dignidad”, una lección que aprendí hace mucho de él, que seguro habrá recordado Pizarro, mezclando sus rememoraciones con algunas declaraciones que hizo justamente contra Evo, varias veces y que le valieron el voto en blanco del bloque oficialista del grupo parlamentario boliviano hace algunos años.

Quizá también lo recordó la senadora argentina Sonia Escudero, quien en cambio siempre había apoyado nuestro proceso de cambio y que promovió una declaración del senado argentino de apoyo a Evo, también dirigida al Eurolac, organismo que agrupa a congresistas de Latinoamérica y Europa.

O, quizá sólo lo recordé yo, en medio de mis rabias y temores de que algo le pase a Evo, de que el Imperio sea capaz de mellarlo, de reducirlo, de amenazarlo, miedos que se me disiparon en el justo momento en que bajó de ese, hasta hace algunas horas, avión retenido, bloqueado, secuestrado.
Dignidad, eso que no debemos perder jamás.