La Real
Academia de la Lengua Española, RAE, define a la coca como: "Arbusto
de la familia de las Eritroxiláceas, con hojas alternas, aovadas, enteras, de
estípulas axilares y flores blanquecinas. Indígena de América del Sur, se
cultiva en la India y en Java y de ella se extrae la cocaína" (subrayado mío).
Con tan desventajosa descripción, que incluye eso de "cocaína", y gracias a una campaña internacional de desprestigio, la hoja de coca ha tenido esa imagen en todo el mundo, olvidandosé de las ricas y abundantes bondades que tiene, añadidas a la enorme historia y cultura que lleva consigo y que ha permitido su vigencia no sólo en Bolivia, sino en varios países latinoamericanos.
Recuerdo que esa coca, la repartía en sobres de mate, junto a papelitos que describían los atributos y
la lucha boliviana por la despenalización de la Hoja Sagrada. Lo hacía en cada
viaje al exterior, a veces con dificultades idiomáticas para explicar que la coca no es cocaína y que para Bolivia era importante su despenalización.
Hablé con
parlamentarios, ministros de Estado y un sinfín de autoridades de otros países:
africanos, europeos, americanos, asíaticos, quienes atendían con interés. Una buena
parte me escuchaba incrédulo y simplemente me respondía un frío pero diplomático
“gracias”, otros en cambio, felicitaban a Bolivia por su lucha y comprometían
su apoyo y mostraban interés de acompañar la campaña.
Recuerdo un
día en particular, cuando aprovechando un viaje a Ciudad del Cabo, Sudáfrica,
en la cena que había ofrecido el Banco Mundial (las ironías de la vida, luego
no me volvieron a invitar más), iba repartiendo mis sobrecitos de mate de coca,
que era lo único que podía hacer pasar los controles sin quedar presa. En esa
ocasión un parlamentario de PODEMOS, Bernardo Montenegro, me reprochó lo que
estaba haciendo: que no era la ocasión adecuada, que estaba molestando a los
presentes y, lo peor, que estaba perdiendo mi tiempo.
Ahora puedo
decir emocionada que mi lucha en chiquito, que fue parte de la estrategia que
realizó la Cancillería, y que fue parte de la lucha de muchos compañeros y
compañeras, dirigentes, parlamentarios, autoridades de las diferentes
instituciones del Estado Plurinacional, que no se conformaron con hablar poco
sobre la coca, que no se callaron en los foros internacionales, que “hicieron
pasar” sus hojas de coca, sus mates, sus jarabes y pomadas, tomando los riesgos
que eran de esperarse: que hemos vencido, que la justicia ha vencido y que
ahora podemos acullicar libremente sin que organismo internacional alguno nos
señale como cocainómanos, drogadictos, narcotraficantes, que NO somos.
Al ahora, ex
diputado Montenegro le digo que estaba equivocado, que gracias a la comprensión
de muchos países que respetan nuestra cultura hemos vencido en razón de
justicia, soberanía y dignidad y, una vez más, le digo QUE SE CALLE, que el
parlamentario que ama a su patria se olvida del “turismo parlamentario” y
trabaja hasta en los momentos de descanso, que el parlamentario que ama su
tierra, no verá jamás que la lucha de un pueblo, es una pérdida de tiempo.