“¿Eres invitada?” me preguntó ella, le
respondí que sí y conseguí que prácticamente todos los asistentes a la reunión
se molestaran, uno me dijo que no era bienvenida y casi me echaron, me resistí
hasta el final y recibí muchos insultos: era la primera vez que asistía una
reunión del MAS, pero ya era candidata “invitada” a diputada, definitivamente
no estaba preparada para eso.
Ya han pasado como nueve años y
aunque ahora lo recuerdo como una anécdota, no puedo dejar de cuestionarme
muchas cosas, mi falta de experiencia política (nunca es suficiente), mi falta
de malicia para adivinar ciertas actitudes, el modo en que debí reaccionar y no
lo hice, en fin, tonterías que en ese momento sí fueron fundamentales, pero que
no me dejaron huella de odio o resentimiento alguno, porque ahora por fin los
comprendí.
Comprendí que el que ha
construido un instrumento político desde sus cimientos tiene derecho absoluto
de desconfiar del que llega a última hora. Podría ser un vendido, un
interesado, podría ser incluso el traidor que menoscabe los intereses
colectivos y entregue a manos llenas información al enemigo, podría ser también
un flojo o un corrupto. De todo podría ser.
Estar en la política no había sido
fácil, es un tiempo complicado en el que debes defender tu ideología y a tu
líder. En este caso me siendo honrada de decir que defendí los intereses del
MAS y la imagen de Evo Morales, y que eso permitió profundos cambios en un
momento complicado de la historia de Bolivia.
Después del ejercicio democrático
vivido el domingo, en el que el MAS llamó a su militancia a la reinscripción, veo
cómo algunos critican tal actividad siendo opositores, aunque no debe sorprenderme
porque dada su mediocridad seria raro que no lo hagan. Lo que sí sorprende es
la respuesta de algún masista desubicado, como un senador potosino, que no dudó
en expresar una especie de berrinche, negándose a la inscripción,
describiéndola como la reducción a un simple carnet partidario.
“No pienso inscribirme
al MAS” dijo
Eduardo a la prensa, a quien recuerdo no con poco cariño, porque cuando aún era
precandidato y yo diputada, me llamó, preguntándome algo ansioso por si yo
tenía alguna novedad acerca de su candidatura al Senado, “tienes que bailar
conmigo esta pieza hasta el final”, me dijo, dándome a entender que en razón a
nuestra amistad, pero más que nada a su excelente perfil político y académico (fue
defensor del pueblo durante buen tiempo en Potosí), yo debía apoyarlo hasta que
el MAS lo inscriba ante la Corte Nacional Electoral, le dije que consultaría,
hice unas llamadas pero nada me dio la certidumbre que él esperaba, nunca he
sido persona que maneje tan de cerca el poder de las organizaciones o sus
líderes.
Luego, el MAS y Evo,
efectivamente confiaron en él, lo apoyaron en toda la candidatura, podría animarme
a decir que mal no le fue, salvo algún pequeño incidente en Tinguipaya donde lo
agredieron físicamente porque ellos no creyeron en él y no lo querían como
candidato, ni como Senador, ni como masista, ni como nada.
Ahora el Senador nos dice que es
un hombre de izquierda socialista, que es parte del proceso de cambio pero que no es del
MAS. Amigos y amigas, parafraseando algo que dijo Gustavo Torrico en una
entrevista, tengo la certidumbre que NADIE es del MAS, sino que el MAS es mío,
tuyo, nuestro.
Llego a la compresión que optar
por el camino político del actual gobierno viene en combo: apoyas sus políticas
(nunca a ciegas sino interviniendo en su construcción), apoyas a Evo, porque es
el líder y tienes el derecho/obligación de guiarlo, y apoyas al MAS porque es
el instrumento político que servirá para lograr el ansiado Vivir Bien en el
futuro.
Llego a entender que no puede
haber “mediomasistas”, o seguidores del
proceso de cambio pero alejados del MAS, o seguidores de Evo, pero no masistas.
Esas categorías no existen como no existe emenerrista rabioso de Goni, a otro perro con ese
hueso.
Eso de andar fingiendo una
virginidad inexistente suele ser deshonesto y poco ético, como el de algunos
servidores públicos que insisten en una supuesta apolitización, como si
vendiera hamburguesas, cuando en realidad el sólo hecho de asistir a tu fuente
de trabajo y cubrir las necesidades de los seres humanos que somos parte del
Estado, ya te convierte en un soldado de esta revolución, ya eres parte, aunque
tu naranja, rosado o verde interior no te deje verlo.
Es verdad lo que dice Eduardo,
que una pieza hay que bailarla hasta el final, con ritmo, sin pausa y con
creatividad, pero también con disciplina, incluso a veces uno baila la musiquita
que no le gusta, pero lo hace con la convicción de que es por el bien colectivo
o es simplemente el mandato de las mayorías, no de una sola región, de un grupo
de amigos o de una ideología inventada.
Nadie debería dejar de bailar,
porque todas y todos los que trabajamos en el Gobierno, sean eduardos, la
ingeniera que asegura cableados, el agrónomo que capacita a las y los
productores, el ministro que no descansa hasta ver terminada una obra, son
efectivamente masistas, son dueños del MAS, y como tales deben aportar e
inscribirse, aunque claro, como dice Evo, nadie los puede obligar, sólo su
conciencia que les debe hacer entender por qué están donde están.
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ResponderEliminares cierto que es una pieza que se baila hasta el final, tal vez tropezandose y con pisotones pero hasta el final....me gusto el articulo.
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